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La Fiebrefobia

El miedo injustificado a la fiebre


En 1980, Schmitt (profesor de pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado y director médico del Centro de atención de llamadas fuera del horario de atención en el Children's Hospital de Colorado) introdujo el término «fiebre-fobia» en el lenguaje pediátrico para referirse al miedo injustificado que un elevado porcentaje de padres presentaba ante la fiebre de sus hijos, basado en conceptos erróneos sobre la misma y asociado a tratamientos intensivos mediante antitérmicos, administrados con el único fin de disminuir la temperatura corporal y evitar posibles complicaciones. Entre ellas, los padres referían daño cerebral, convulsiones, ceguera, coma y muerte. Ya entonces se alertó sobre la necesidad de una adecuada educación sanitaria, como parte de la atención pediátrica habitual, para evitar la propagación de un temor injustificado.

Veinte años después, lejos de desaparecer, la fiebre-fobia empeoró de forma considerable, manteniéndose los mismos temores a las supuestas complicaciones. El miedo fue transmitido de generación en generación como la peor de las enfermedades infectocontagiosas. El porcentaje de padres que despertaban a sus hijos en mitad de la noche para controlar la temperatura corporal y prevenir una posible convulsión fue mayor, así como el uso innecesario de antitérmicos y medidas físicas.

Ya han pasado casi otros 20 años, y la fiebre-fobia se ha vuelto crónica, universal y endémica, y no sólo se transmite de padres a hijos, sino también de forma intrahospitalaria, entre sanitarios cuyos padres fueron «fiebre-fóbicos» y ahora transmiten sus miedos a sus propios pacientes. Acta Pediatr Esp. 2017; 75(1): 88-95


La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria www.aepap.org establece sobre la fiebre en nuestros hijos:

1. La fiebre no es una enfermedad, es un mecanismo de defensa del organismo contra las infecciones, tanto las causadas por virus como por bacterias.

2. La fiebre por sí misma no causa daño cerebral, ni ceguera, ni sordera, ni muerte.

3. Algunos niños predispuestos (4%) pueden tener convulsiones por fiebre pero el tratamiento de la fiebre no evita estas convulsiones. Nunca se deberían dar medicamentos para bajar la fiebre con este propósito.

4. Hay que tratar los niños febriles sólo cuando la fiebre se acompaña de malestar general o dolor.

El ibuprofeno y el paracetamol tienen la misma eficacia para tratar el dolor y su dosificación debe realizarse en función del peso del niño y no de la edad. La combinación o alternancia de ibuprofeno y paracetamol no es aconsejable.

5. El uso de paños húmedos, friegas de alcohol, desnudar a los niños, duchas, baños...

para el tratamiento de la fiebre está desaconsejado.

6. No abrigar ni desnudar demasiado al niño con fiebre.

7. El niño con fiebre debe estar bien hidratado. Hay que ofrecer frecuentemente líquidos y procurar que éstos tengan hidratos de carbono (zumos de frutas, batidos, papillas, etc.).

8. No es aconsejable el uso de paracetamol o ibuprofeno tras la vacunación para prevenir las reacciones febriles o locales.

9. Ni la cantidad de fiebre ni el descenso de ésta tras administrar ibuprofeno o paracetamol sirven para orientar sobre la gravedad de la infección.

10. Debe vigilar signos de empeoramiento clínico y consultar con carácter urgente si su hijo presenta:

-Manchitas en la piel, de color rojo oscuro o morado, que no desaparecen al estirar la piel de alrededor.

-Decaimiento, irritabilidad o llanto excesivo y difícil de calmar.

-Rigidez de cuello.

-Convulsión o pérdida de conocimiento.

-Dificultad para respirar (marca las costillas y hunde el esternón, se oyen como silbidos cuando respira, respiración muy rápida, agitada, etc.).

-Vómitos y/o diarrea persistentes o muy abundantes que causen deshidratación (lengua seca, ausencia de saliva, ojos hundidos, etc.).

-Si no orina o la orina es escasa.

-Siempre requiere consulta urgente la fiebre en un niño menor de 3 meses.


¿Cuándo se debe recurrir al paracetamol (panadol)? "Cuando el niño esté muy decaído o cuando su estado general esté muy afectado". En caso de duda, siempre será mejor consultar al pediatra antes de atiborrar al pequeño a fármacos.


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